sábado, 14 de agosto de 2021

Cruzamientos y aspavientos

 











Mensaje de la autora:


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Para evaluar la obra del poeta es menester una lectura completa e integral, el conocimiento de su biografía, su pensamiento ético y filosófico y su ejemplaridad humana. 

Aunque puede suceder, ningún poeta vive de la literatura. Distinto es el caso de novelistas, guionistas, editorialistas u otras variables. De la poesía no. Para eso están los premios literarios, que en una era superinfomada por las carreteras automáticas son de dudosa reputación.


Nuestra deber es transmitir a las nuevas generaciones la experiencia y el goce por las letras de la literatura hispanoparlante, en un mundo cada vez más globalista, que viene por nuestra destrucción de la cultura iberoamericana.





Estoy recitando poemas y fragmentos en tiktok: Lu por la Poesía 

@lucifolino 


Muchas gracias 

Un abrazo.



Lu 



Índice -

 








Indice:

Prólogo





4- Trámite


5- En pie


6- Atolón


7- Espasmo


8- El granjero oculto


9- Breviario


10- Cruzamientos y aspavientos


11- Metralla


13- El bogavante


14- Perdedores / Libertad


15 -Capítulo: Absurdidades


18- Trastrueque


19 -Suma


20 -Rojez


22- Metonimias raras


23- Coyuntura


24- Cine o La Rosa Blanca (Die weiße Rose)


25- Azeite pra Garotos Podres


27- Técnica mixta


30- Ascesis


32- La travesura


34- Mujer


40- Fabricando un poema


45- Fisuras anales


48- Paradojas/ Falsificaciones


51- Confidencias


54- Libertinaje


59- Confusiones


60- Fría madrugada


63- Los broncos nubarrones


65- La noche de los tiempos


68- Lo duro y lo blando


73- El lago y yo


75- Hijuela


80- En el galpón de la memoria


82- Salacidades


85- El gorrión entumecido


87- Exacciones ilegales


89- La hora del ave















miércoles, 9 de mayo de 2018

La hora del ave



La hora del ave






La sangre de la tumba está chorreando


en los altillos de los propietarios.


Desdeñosos los teléfonos arden


en el Cabildo Abierto


Los cónsules disputan sus truncas colecciones


maltratadas por pueblos sin prosapia,


clamando su desaire.


Se atenta en la tragedia de Rosario


con mensajes de runas obsoletas,


que exhiben copa, basto,


oro y espada


por ver como se mancha en las libretas


protocolo de tarifas y vagos resplandores


del fuego artificial del escenario.


Sigo el rastro brumoso, consumado


para ornar


cada una


de tus uñas comidas por la angustia,


limarlas y esmaltarlas,


con saliva de guerra enamorada.


Te adora mi inconsciencia de poeta,


entre muros ahumados,


tañidos de campanas y flautines,


huesos rotos.


Rotunda de cadáveres te amo,


con pupilas de lumbre pretenciosa,


por la muerte que llamamos vejez,


la edad de adultos seniles


semejantes a críos con pañales


y biberón lactante.


Casi nada.


Te quise en el instante del derrumbe,


gloriosamente humano de cenizas,


buscándote en ladrillos interdictos


que arrastran represalias.


Sin descanso me esfumo en la tiniebla.


Te amo de memoria


sobre destartaladas camas,


acre aliento entre sábanas de hilo,


para envidia de Venus,


como una madre desesperanzada.


No hay capricho en los ayes del herido,


que quepan en los sueños


con luces apagadas.


Cuando germinan los mejores versos


y el tintero está seco, de repente,


se acaban los famélicos permisos


de salida de presos del sistema;


la vanidad jadea ante los vidrios


la incipiente noción del egoísmo.


La estruendosa ronquera nos inquieta.


Se encienden las alarmas.













El gorrión entumecido



El gorrión entumecido






Apenas un gorrión entumecido


que gime cuando canta,


hace tiempo hube echado en el olvido.


Mas luego su figura se agiganta


volcán en erupción, violín lucido.


El pájaro resiste la tormenta


en el destierro.


El modus operandi:


la boca saciada por polvorienta


tristeza recupera audaz el porte neto


en un velo de tul,


que encubre a las estrellas como un reto


de volver a forjar nido y alienta,


dolido cuerpo gris del esqueleto,


la esperanza que inventa


de andar de rama en rama espeluznante,


en llamas de colores,


paleta en cielo azul,


movido en mi oración de artista errante.


¿Sabe el gorrión que sufre por su amante


que no hay felicidad sin resplandores?





Exacciones ilegales




Exacciones ilegales






Mi poema,


como si estuviera haciendo gárgaras


para llamar la atención de los espectadores


conscientes de las lides amorosas


de que adolezco,


hurgará con franqueza


el riñón de mi memoria emotiva


y hallará que las extensiones desérticas


son dibujos que imitan una flor aislada


en el jardín botánico.






Siempre hubo prestaciones pintorescas,


preceptivas erróneas y señuelos.






Me inflijo al escribir


abigarradas exacciones ilegales;






doy patadas nimias que desencadenan crisis


a mis puntos de vista más genuinos,


los maltrato,


los rechazo ceremoniosamente,


y en su descargo


los versos y la gente que frecuento


contoneando sus brazos aletean


diciendo sin decir en su cordura:


La caja está cerrada. Hoy no se fía.






Me quiero mudar lejos de tu olvido.






Resistir es vencer y no resisto


la marcial corrupción del deterioro.





En el galpón de la memoria






En el galpón de la memoria


hay


una fatiga espesa, aunque indulgente,


apoyada contra un disco rayado de Larralde:


La Pasto Verde;


cenizas de cadáveres anónimos;


una tapa de Crónica


según la cual:


murieron tres personas


y un boliviano.


Hay una silueta borrosa


en el umbral,


varios colmillos de elefantes blancos;


dos bicicletas con gomas pinchadas;


una paleta de acuarelas que ya no uso;


algunos caprichos de antaño, muy bien vestidos;


esa muerte lenta del ayer:


una escupida en seco;


telarañas que se vadean,


creando extrañas geishas de porcelana china;


y más cosas de alfarería exótica


que en psicoanálisis llamarían “el desván”


y puede traducirse en dos palabras: “el olvido”


El olvido,


como una espigada carroza


de torcido algarrobo


dispuesto a subirse a los capiteles


del hermético cielo bonaerense.













Salacidades



Salacidades






Se acabó lo que se daba.


Se agotó la caja chica del banco de la procacidad.


Los nuevos miembros saben de antemano,


en su insolencia,


que el caudal de fondos es irrisorio;


y sin embargo, aspiran a morder los escarpines


de los machotes poderosos.


Todavía, estériles, serviles, agachados.


Los moderadores se atajan y renuncian.


Los directivos atan cabos, piensan y chamuscan


las viejas ideas de la supervivencia.


Al fin, el trabajo no se presume gratuito.


Chapeau, compañeros.


Los cachafaces están en el horno.


Las reinas que engordaban con elegancia


se arrepienten, y tergiversan sus pecados


en peinetón blancuzco y rodetes tumefactos por el


spray.


Dios nos libre de los parientes de la conspiración.


Los cómplices (bichos y dinosaurios)


tendrán que dar la cara con vergüenza


y devolver lo robado, porque el pueblo así lo exige.


Siempre el mismo excremento público


quiere entretener a la fauna


bajo el cataclismo de sus salacidades.


Son las estirpe de inclinados a la lascivia,


al escorbuto, la lepra, la miseria.


Hay que salir a matar mujerzuelas


que engendran hijos desorillados


con el dogal al cuello, jadeando como perras,


para no morirnos de pena.


La ponzoña trepadora dejará de estar de moda,


como el maní con cáscara,


el casco medieval,


la guitarra en el ropero,


y los zapatos de gamuza azul


amenazados y congruentes con su época


de despertares de vitrola cerril y faroles


cabrilleantes.


Se terminó la fiesta de los eruditos en convicción


y de payasos sin nariz de plástico.


Somos muchos, somos más, somos tantos


acodados, que casi


los estamos bordeando a todos.













Cruzamientos y aspavientos

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