Fría madrugada
Yo no sé qué escribí.
Lo habré olvidado.
Acaso nunca he escrito ni una sola línea
que no hubiera sido preconcebida
en la transmigración,
sobre el pasto y la tierra bajo el cielo escaldado,
en las tibias arenas de las playas,
con hedores velados por el heroico enjambre
de los antecesores de la especie.
Habré olvidado, también,
que previo al malestar de este presente,
la mente
se ocupó de entender por qué hay misterios
inapresables, fatuos y caóticos,
que viven en el fondo submarino,
al que no llega sol ni luz alguna.
No intento la catarsis de un poema,
ni busco un despertar de la inocencia.
Modestamente, apelo a ciertos cánones,
para que sepas
que
me desvelo en la fría madrugada,
de mi barrio cetrino en las afueras,
salvado de las aguas que desbordan cloacas
en una inundación de pesadilla,
pensando en vos y en la canción ridícula,
que aunque nos parezca superficial o fácil,
deletrea tu nombre
que engasta en el recuerdo de tu ausencia,
como piedra preciosa en una joya,
oráculo de brujos sin señales.