La travesura
Como es el mapamundi una imprudencia,
un simple pied-a-terre de los fantasmas,
minúsculo mojón de una galaxia
que solo Dios sabrá…
me cubro con banderas de insurgentes,
contemplo mi herradura y mi amuleto,
con suave taquicardia,
y en pleno mediodía, hago abluciones,
desasosiego intenso y turbias ganas,
elucubrando
que estoy en otro tiempo de la historia,
viajando entre pasados y futuros,
batiéndome en ataques
con bancos de pirañas de hirsuta cabellera
o ardiendo en archipiélagos
con nombres de individuos
que sorben biberones con porfía de atletas:
Pessoa, Samaniego,
Keats, Coleridge, Tim Jones o Garcilaso.
Y todo es tan extraño,
tan vivo y tan caliente,
que apenas me sostengo ante esta travesura,
relámpago de un sueño intraducible
al dialecto de los cronistas
del berrido de siervos reclutados.
Demás está agregar,
a quemarropa,
que mi ansiedad no calma,
aturdida en cuadernos de bocetos
que nunca llegarán a ser poemas.