miércoles, 9 de mayo de 2018

Fisuras anales



Fisuras anales.






Como Eros siempre ha sido


el demonio encarnado


y es más desagradable que el insulto


que profiere el ignorante


que no sabe que lo es,


la Buena Sabiduría


se aparta de los rústicos plebeyos,


por cuya vena ácrata y vulgar


se delata la humillación de arrodillarse


ante el prestamista bautismal de los herejes.


El ángulo y el lado se confunden


en una atónita coreografía


de exangües secreciones cochambrosas


que exhalan los alientos embozados.


Lo bíblico y lo impúdico hacen fiesta


a lo largo y lo ancho de la costa.


El verde del lagarto, espada roja


de las caballerías apostólicas,


sursum corda.


Nadie comete asombro en los rituales


de voluptuosidades u opulencia


en vaga perspectiva.


En la penumbra todo es raro,


mas, cuando hay brillo, indefectible.


Las fisuras del tiempo son anales


que ocultan cardenales o hemorroides


debajo del secreto de conciencia.


El patíbulo es breviario del infierno.


Las huellas del sudario: el despilfarro


de las blancas fumatas vaticanas,


ante mudos auspicios del narcótico


que clama su derecho al genocidio.


Descubrir el bálsamo que cure a los imbéciles


pertenece a la orden de la Alquimia.


La épica que canta este poema


no es sino otro episodio disidente


contra el sanctasanctórum de la carne


germinada en infames linotipias.


No obstante, existe el Ser


que los perdona,


que ve en la oscuridad de los recintos,


con luz de una libélula argentina


y le quita las costras al blindado,


sin dudar que su voz será escuchada


por atentos corderos doloridos


del estigma del hijo y de su madre.









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