miércoles, 9 de mayo de 2018

Fabricando un poema

Fabricando un poema






Encontré un montón de buenas palabras,


materia prima imprescindible


para fabricar un poema.


Les quité el polvo.


Las ordené sobre el escritorio, en fila india.


Les planté una escarapela sobre el cuerpo mórbido


y me dispuse a escribir


con la seguridad del oficio


y la inspiración bajo el brazo.






Varios días las prediqué:


Corazón de María. Madre nuestra…


Pero, el poema no aparecía.






El deber llamó a mi ventana:


Pagar la cuentas,


procurarme el sueldito,


barrer los pisos.


Subsumir la dignidad en diario memorándum.


(Sucundum, sucundum).


En fin, ejemplos triviales.


La cotidianidad de la no-muerte


en empeños domésticos.






La imposibilidad de lo imposible


y las filtraciones de la lengua


me dejaron varada


en un célebre primer plano,


con lo inaudito del ritmo,


lo inaudible del tópico,


la tibia disciplina


del principio de la frontera oculta.






Volví a la mesa de trabajo.


con visiones ilusorias


y multiplicidad de ejemplos,


que hirieron de repente


con su simple brizna,


condición e intervalos


de vanas herejías.






Travesía dorada de arbitrario epicentro.


Corpus en remisión.


Argumento, distracto y guía.


Suplirnos vulnerando el tedio.


Trillón de enigmas


tirados al azar en la hoja seca.






Intentar lo intenté.


muriendo en la constancia,


con carta lacrada,


pulsador y timbre.


con traje y en camisa de franela,


con novilunio, sol, tormento lento.


Con vestidos de seda


he tentado a mi musa


encallada en la cumbre de montañas y aludes,


en el aire borroso de ríos esplendentes,


en físicas planicies y cataratas áureas.






Inútil pasatiempo.


El poema no arriba.


Contumaz, vagabundo.


El poema no arriba.


El poema se encharca, se enloda, se abandona.


Se pierde en los tropismos,


araña las orugas,


gatea como un crío,


desciende al sumidero.






Lo poeta se cansa.


Comprende que la vida es mariposa


horizontal y efímera,


embriagada en botas de vino.


La poeta abandona.


Comprende que no escribe la palabra,


escribe la presencia.


Comprende que sin el palmo amado,


sin la boca cercana de su beso


la falla torna en grieta


y el calor lo consume.






La lección se termina. Mañana, seguiremos al acecho.

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