El lago y yo
Un lago atardecido en el desierto
aguarda su bautismo,
con delgadez continua de ornamentas.
Ni ha conocido formas de belleza
ni conseguirá permiso de trabajo.
Su plan viaja en frecuencia modulada
hacia el refugio,
cuando, de repente, nos vemos,
la una frente al otro, sine die,
en camino de ascenso hacia la nube
que ha tornado a cumplir su trayectoria
cruzando deltas de caleta y mares,
al abrigo de cortos pantalones.
El lago y yo buscamos ese cráter
del que surge el decurso de la vida.
Pisamos las cenizas
soñando con rodeos de pastizales verdes,
racimos arrancados de la cartografía
y el paso acantilado que nos lleve
al grupo de autobuses que nos dejó varados,
en situación de espera de nuevos colectivos,
al yacimiento del radiante estanque
que confunde el oasis con el río,
con tierna corrección reparadora.
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